lunes, 27 de junio de 2011

Amparo Ghio y Ángeles Flores

El derecho a jugar
Había una vez un niño llamado Ariel que vivía en un humilde pueblo en La Pampa. El hacía las tareas domésticas como planchar, cocinar,  limpiar y ordenar. Su madre y su padre trabajaban todo el día, Ariel mientras cumplía con sus deberes miraba  por la ventana cómo  jugaban sus amigos en el parque.
 Un día se escapó a una biblioteca cercana porque le gustaba mucho leer y no tenía la posibilidad de ir a la escuela. Cuando llegó vio a una maestra leyéndole un libro a sus alumnos, Ariel le dijo que quería escuchar el cuento y ella le dijo que sí y lo invitó a la escuela, pero Ariel le respondió que no podía porque tenía que cuidar a sus hermanos. Al día siguiente la señorita se acercó a la casa de Ariel y dialogó con sus padres sobre la importancia de que Ariel y sus hermanitos fueran a la escuela y al jardín de infantes.
Así se pusieron de acuerdo en que todos los chicos fueran a la escuela y al jardín por las tardes y que Ariel cuidara a sus hermanitos en las mañanas mientras hacía las cosas de la casa.
Durante los primeros días en la escuela Ariel, se mantenía alejado de sus compañeros, era muy tímido, sin embargo observaba entusiasmado cómo jugaban y se divertían los demás niños. Hasta que un día se acercó a un chico sentado solo en el patio de la escuela y le preguntó cómo se llamaba, éste le respondió “Juan”, de a poco se fueron haciendo amigos y compartiendo las tardes para disfrutar de diferentes juegos.
Ariel fue muy feliz porque empezó a hacer su vida de niño, y a gozar de sus derechos, como la educación y el juego.

Amparo Ghio y Ángeles Flores

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